Opinión:
Las
plantas de celulosa y el sector forestal: la visión
de la AIFBN
Por
Claudio Donoso Zegers
Presidente Honorario AIFBN
La
AIFBN, como organización no gubernamental interesada
en el cuidado de los bosques de Chile en una perspectiva
no sólo de protección de nuestros recursos
naturales y de nuestros bosques como entes altamente
merecedores en sí mismos de ser protegidos, sino
también muy importantemente, con una mirada socio-económica
de desarrollo equilibrado del país en su conjunto
en el presente y para el futuro, siente que tiene la
obligación de mostrar a la comunidad nacional
y al Estado que la conduce, su visión del sector
forestal inserto en el conjunto de sectores que constituyen
la nación.
Siempre es importante para analizar
el presente y avizorar el futuro, mirar al pasado y
tratar de hurgar en lo bueno y en lo malo de él,
para extraer las experiencias más positivas.
Analizando nuestro pasado, los miembros de la Agrupación
creemos que mucho de lo malo estuvo en que perdimos
la capacidad que nos había caracterizado, de
mantener posiciones filosóficas y políticas
muy diferentes u opuestas, y ser capaces de discutirlas
vehementemente, nunca violentamente, y continuar siendo
amigos. Eso se perdió y determinó la pérdida
del alma de la nación que se produjo en los últimos
33 años y que cuesta mucho recuperar. Parte de
lo bueno estuvo en que se logró tener claro un
objetivo nacional de desarrollo del país y de
su gente, que no consistió sólo en frases
y discursos que lo mostraban, sino que en acciones concretas
del Estado para todos los chilenos. Ello tuvo su mejor
expresión en las ejemplares empresas creadas
por CORFO, como Endesa quizás como el ejemplo
más destacado. En el ámbito forestal se
inició un proceso de reforestación significativo
de áreas abiertas y degradadas que permitió
la creación de grandes empresas públicas
madereras y de celulosa de y para todos los chilenos,
dígase Forestal Arauco, Nacimiento- Laja, Celco
Constitución, como claros ejemplos.
Pero en los años 80, durante
la dictadura militar, se inició el proceso privatizador
de las grandes empresas que logró, sólo
en 5 años (1985-1989), que el Estado se deshiciera
de 30 grandes empresas, con una pérdida de más
de 570 mil millones de pesos (pesos al año 2000).
Gran parte de esas grandes empresas fueron cambiando
de manos pasando finalmente a grandes consorcios internacionales.
A pesar de las enormes pérdidas que ello ha significado
para el país, se ha logrado convencer a muchos
del beneficio de las privatizaciones como mejor forma
de desarrollo. Las grandes empresas forestales y las
grandes plantaciones fueron pasando a manos privadas
y concentrándose en los grupos Angelini y Matte,
poseedores hoy día de imperios económicos
que los ubican entre las personas más ricas del
mundo (véase Revista Forbes). El grupo Matte
tiene el mérito de haber sido la única
empresa privada desde su creación. Las demás
habían sido todas creadas por el Estado de Chile
con el esfuerzo y la voluntad de todos los chilenos.
No es novedad lo que han significado
para Chile estos dos gigantes. Lo realizado por estos
grandes grupos económicos representa exactamente
el gran crecimiento económico de que muchos se
sienten ufanos, pero no muestra, más bien enmascara,
el subdesarrollo propiciado por este sistema que produce
tanta riqueza y tanta injusticia y desigualdad, que
desconcierta a muchos más. Sumándose a
las demás grandes empresas han contribuido a
crear una macroeconomía descollante, pero niveles
de desigualdad social también descollantes, y
una sustitución enorme de bosques nativos por
plantaciones de exóticas en la forma de monocultivos,
que ha empobrecido y expulsado de sus tierras ancestrales
a la gente que vivía en y de esos terrenos hoy
plantados, provocando al mismo tiempo un deterioro del
paisaje y de los factores del medioambiente, entre ellos
muy importantemente el agua, que no han sido clara y
públicamente dados a conocer.
Los fuertes impactos (positivos
y negativos) nacionales, regionales y locales que ha
generado la fuerte expansión de la industria
de la celulosa en Chile han tenido el mérito
de generar una discusión que traspasa las fronteras
del sector forestal y que plantea nuevamente el problema
del desarrollo sustentable que queremos.
Los problemas ambientales y sociales
generados por el crecimiento y expansión de estas
grandes empresas han irrumpido en la sociedad chilena
a raíz de la muerte y emigración de los
cisnes de cuello negro del Santuario de la Naturaleza
de Río Cruces en Valdivia provocadas por los
efectos de los efluentes de la planta de celulosa de
San José de la Mariquina, de las empresas Angelini.
La prensa, el gobierno, las organizaciones empresariales
y las organizaciones de la sociedad civil han entregado
opiniones y declaraciones referidas más que nada
a los aspectos puntuales visibles de la situación.
Ello, a nuestro juicio, representa sólo la punta
del témpano de un problema nacional mucho más
profundo, la luz roja que nos avisa del peligro. Sin
embargo, no ha habido la discusión ni los pronunciamientos
con visión de futuro de la industria forestal
y otras grandes empresas; y sus relaciones con el desarrollo
sustentable del país.
Las decisiones de Angelini y
Matte se han basado en la alta rentabilidad que genera
la celulosa, no necesariamente por sí misma o
por una gran gestión realizada por los grupos,
sino que por una serie de causas que conviene recordar
y discutir:
Debido al cierre de plantas de celulosa de los grandes
productores de Europa y América del Norte se
ha producido una restricción de la oferta y una
expansión de la demanda que hace que la producción
se desplace hacia los países del sur del Ecuador.
¿Por qué ocurre esto? Simplemente porque
los grandes productores del sur, Chile, Malasia y Brasil
tienen los costos más bajos del mercado mundial
de celulosa, lo que les permite ser competitivos incluso
cuando los precios están bajos. Las empresas
dan argumentos técnicos para explicar esto, señalando
que los costos son menores gracias al rápido
crecimiento de las especies en nuestro país de
clima templado y a que producen madera homogénea
porque todos los árboles son iguales y no se
requiere invertir más para producir como ocurre
cuando hay mayor diversidad de la madera. Sin duda pueden
ser argumentos que tienen validez en una perspectiva
económica muy simplista, que no considera para
nada los valores de la biodiversidad y de las diversas
funciones ecológicas y sociales de los bosques.
Agregan otros argumentos técnicos
como la cercanía de los bosques de los centros
de procesamiento y de transporte, así como la
multiplicidad de buenos puertos. Lo que no se dice es
que toda la comunidad nacional ha financiado las plantaciones
forestales a través del Decreto Ley 701, la infraestructura
caminera, portuaria y de otros servicios, que es lo
que realmente ha permitido los bajos costos de la industria
forestal y el aumento de las utilidades
Lo que no se dice tampoco es
que los bajos costos que permiten las enormes acumulaciones
de ganancias, tienen su origen en los bajos ingresos
de los trabajadores, causa principal de la enorme brecha
existente entre ricos y pobres justamente en países
como Brasil y Chile.
No se dice tampoco que las grandes
utilidades de estas empresas no absorben los impactos
sociales y ambientales de gran magnitud que producen.
Estos impactos vienen siendo analizados desde los años
70 en la región del Maule y muestran claramente
la pérdida de los terrenos agrícolas de
los campesinos, la violenta interrupción del
ciclo hidrológico que deja sin agua a ríos
y otras fuentes vitales, y el éxodo de los campesinos
a los pueblos donde forman cinturones de pobreza en
medio de la opulencia de las empresas forestales. Hace
ya bastante tiempo que en el mundo se han desarrollado
y se aplican tecnologías para eliminar los impactos
ambientales como malos olores, contaminación
de las aguas y otros. De ninguna manera se justifican
estas enormes inversiones y utilidades sin la adecuada
inversión en la eliminación de los impactos
ambientales y sociales negativos
Los impactos negativos de todo
tipo de las plantaciones y de las industrias en Maule,
Concepción, Malleco y Arauco son ya antiguos
y conocidos y sólo escasas medidas para evitarlas
han sido tomadas, quedando en evidencia, como lo demuestran
hoy día los casos de la paralización de
la planta de Valdivia y de la construcción de
la de Itata, que las grandes empresas todavía
operan generando altos grados de contaminación
del aire y del agua.
El “éxito”
obtenido ha impulsado a estas macroempresas a plantear
una posible expansión ilimitada de la industria
de celulosa, lo que significa la expansión en
varios millones de hectáreas de las plantaciones
forestales, aún a costa del bosque nativo degradado
para abastecer a las nuevas plantas. Ya sabemos por
la experiencia de más de 30 años y está
dicho, lo que significaría esta iniciativa llevada
a la acción. Sabemos lo que pasa con la gente,
con el agua, con la fauna y la biodiversidad y con la
calidad de vida para la mayoría, en general.
Ya el problema no es sólo el de una planta de
celulosa contaminante y destructora de vida, sino que
es el modelo llevado a toda la nación. Por lo
que hemos experimentado es claro que es tan fuerte el
impacto de una planta de celulosa en una localidad y
en una provincia, que la ciudadanía debe tener
participación en la decisión de una inversión,
mucha más allá de los espacios que ha
creado la Ley de Bases del Medioambiente. Si la inversión
afecta a prácticamente todo el país al
expandirse las plantaciones para la creación
de plantas de celulosa y plantas madereras a todo el
territorio con características forestales, sin
duda que la decisión debe ser tomada por toda
la ciudadanía, de la mano con el gobierno que
les pertenece
INVERSIONES Y DECISIONES DE TAL
MAGNITUD NO PUEDEN REALIZARSE EN FUNCION DE LOS PLANES
Y UTILIDADES DE LOS GRUPOS ECONOMICOS QUE LAS PROMUEVEN,
SINO QUE EN FUNCION DE LAS NECESIDADES DE DESARROLLO
SUSTENTABLE DE LAS REGIONES Y DEL PAIS.
La AIFBN plantea la necesidad
de iniciar a la brevedad una discusión nacional
para analizar el futuro a la luz de los peligros que
presenta un modelo de desarrollo como el planteado por
los grandes empresarios de la celulosa, el papel y las
plantaciones forestales. Proponemos que el Estado, a
través de sus organismos competentes, inicie
una amplia y participativa discusión sobre el
desarrollo del sector forestal, como factor relevante
de la economía, de la ecología, del paisaje
y de la vida de los ciudadanos desde la VII hasta la
XII regiones. Se propone que esta actividad se inicie
con un trabajo previo de Ordenación Territorial
que analice el uso actual y potencial de este territorio
para planificar su uso futuro; y se sugiere que se solicite
el apoyo de experiencias de otros países que
ya han transitado el camino que Chile está recorriendo,
como Finlandia y Suecia.
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