Revista nº 46
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Opinión:
Las plantas de celulosa y el sector forestal: la visión de la AIFBN

Por Claudio Donoso Zegers
Presidente Honorario AIFBN

La AIFBN, como organización no gubernamental interesada en el cuidado de los bosques de Chile en una perspectiva no sólo de protección de nuestros recursos naturales y de nuestros bosques como entes altamente merecedores en sí mismos de ser protegidos, sino también muy importantemente, con una mirada socio-económica de desarrollo equilibrado del país en su conjunto en el presente y para el futuro, siente que tiene la obligación de mostrar a la comunidad nacional y al Estado que la conduce, su visión del sector forestal inserto en el conjunto de sectores que constituyen la nación.

Siempre es importante para analizar el presente y avizorar el futuro, mirar al pasado y tratar de hurgar en lo bueno y en lo malo de él, para extraer las experiencias más positivas. Analizando nuestro pasado, los miembros de la Agrupación creemos que mucho de lo malo estuvo en que perdimos la capacidad que nos había caracterizado, de mantener posiciones filosóficas y políticas muy diferentes u opuestas, y ser capaces de discutirlas vehementemente, nunca violentamente, y continuar siendo amigos. Eso se perdió y determinó la pérdida del alma de la nación que se produjo en los últimos 33 años y que cuesta mucho recuperar. Parte de lo bueno estuvo en que se logró tener claro un objetivo nacional de desarrollo del país y de su gente, que no consistió sólo en frases y discursos que lo mostraban, sino que en acciones concretas del Estado para todos los chilenos. Ello tuvo su mejor expresión en las ejemplares empresas creadas por CORFO, como Endesa quizás como el ejemplo más destacado. En el ámbito forestal se inició un proceso de reforestación significativo de áreas abiertas y degradadas que permitió la creación de grandes empresas públicas madereras y de celulosa de y para todos los chilenos, dígase Forestal Arauco, Nacimiento- Laja, Celco Constitución, como claros ejemplos.

Pero en los años 80, durante la dictadura militar, se inició el proceso privatizador de las grandes empresas que logró, sólo en 5 años (1985-1989), que el Estado se deshiciera de 30 grandes empresas, con una pérdida de más de 570 mil millones de pesos (pesos al año 2000). Gran parte de esas grandes empresas fueron cambiando de manos pasando finalmente a grandes consorcios internacionales. A pesar de las enormes pérdidas que ello ha significado para el país, se ha logrado convencer a muchos del beneficio de las privatizaciones como mejor forma de desarrollo. Las grandes empresas forestales y las grandes plantaciones fueron pasando a manos privadas y concentrándose en los grupos Angelini y Matte, poseedores hoy día de imperios económicos que los ubican entre las personas más ricas del mundo (véase Revista Forbes). El grupo Matte tiene el mérito de haber sido la única empresa privada desde su creación. Las demás habían sido todas creadas por el Estado de Chile con el esfuerzo y la voluntad de todos los chilenos.

No es novedad lo que han significado para Chile estos dos gigantes. Lo realizado por estos grandes grupos económicos representa exactamente el gran crecimiento económico de que muchos se sienten ufanos, pero no muestra, más bien enmascara, el subdesarrollo propiciado por este sistema que produce tanta riqueza y tanta injusticia y desigualdad, que desconcierta a muchos más. Sumándose a las demás grandes empresas han contribuido a crear una macroeconomía descollante, pero niveles de desigualdad social también descollantes, y una sustitución enorme de bosques nativos por plantaciones de exóticas en la forma de monocultivos, que ha empobrecido y expulsado de sus tierras ancestrales a la gente que vivía en y de esos terrenos hoy plantados, provocando al mismo tiempo un deterioro del paisaje y de los factores del medioambiente, entre ellos muy importantemente el agua, que no han sido clara y públicamente dados a conocer.

Los fuertes impactos (positivos y negativos) nacionales, regionales y locales que ha generado la fuerte expansión de la industria de la celulosa en Chile han tenido el mérito de generar una discusión que traspasa las fronteras del sector forestal y que plantea nuevamente el problema del desarrollo sustentable que queremos.

Los problemas ambientales y sociales generados por el crecimiento y expansión de estas grandes empresas han irrumpido en la sociedad chilena a raíz de la muerte y emigración de los cisnes de cuello negro del Santuario de la Naturaleza de Río Cruces en Valdivia provocadas por los efectos de los efluentes de la planta de celulosa de San José de la Mariquina, de las empresas Angelini. La prensa, el gobierno, las organizaciones empresariales y las organizaciones de la sociedad civil han entregado opiniones y declaraciones referidas más que nada a los aspectos puntuales visibles de la situación. Ello, a nuestro juicio, representa sólo la punta del témpano de un problema nacional mucho más profundo, la luz roja que nos avisa del peligro. Sin embargo, no ha habido la discusión ni los pronunciamientos con visión de futuro de la industria forestal y otras grandes empresas; y sus relaciones con el desarrollo sustentable del país.

Las decisiones de Angelini y Matte se han basado en la alta rentabilidad que genera la celulosa, no necesariamente por sí misma o por una gran gestión realizada por los grupos, sino que por una serie de causas que conviene recordar y discutir:

Debido al cierre de plantas de celulosa de los grandes productores de Europa y América del Norte se ha producido una restricción de la oferta y una expansión de la demanda que hace que la producción se desplace hacia los países del sur del Ecuador. ¿Por qué ocurre esto? Simplemente porque los grandes productores del sur, Chile, Malasia y Brasil tienen los costos más bajos del mercado mundial de celulosa, lo que les permite ser competitivos incluso cuando los precios están bajos. Las empresas dan argumentos técnicos para explicar esto, señalando que los costos son menores gracias al rápido crecimiento de las especies en nuestro país de clima templado y a que producen madera homogénea porque todos los árboles son iguales y no se requiere invertir más para producir como ocurre cuando hay mayor diversidad de la madera. Sin duda pueden ser argumentos que tienen validez en una perspectiva económica muy simplista, que no considera para nada los valores de la biodiversidad y de las diversas funciones ecológicas y sociales de los bosques.

Agregan otros argumentos técnicos como la cercanía de los bosques de los centros de procesamiento y de transporte, así como la multiplicidad de buenos puertos. Lo que no se dice es que toda la comunidad nacional ha financiado las plantaciones forestales a través del Decreto Ley 701, la infraestructura caminera, portuaria y de otros servicios, que es lo que realmente ha permitido los bajos costos de la industria forestal y el aumento de las utilidades

Lo que no se dice tampoco es que los bajos costos que permiten las enormes acumulaciones de ganancias, tienen su origen en los bajos ingresos de los trabajadores, causa principal de la enorme brecha existente entre ricos y pobres justamente en países como Brasil y Chile.

No se dice tampoco que las grandes utilidades de estas empresas no absorben los impactos sociales y ambientales de gran magnitud que producen. Estos impactos vienen siendo analizados desde los años 70 en la región del Maule y muestran claramente la pérdida de los terrenos agrícolas de los campesinos, la violenta interrupción del ciclo hidrológico que deja sin agua a ríos y otras fuentes vitales, y el éxodo de los campesinos a los pueblos donde forman cinturones de pobreza en medio de la opulencia de las empresas forestales. Hace ya bastante tiempo que en el mundo se han desarrollado y se aplican tecnologías para eliminar los impactos ambientales como malos olores, contaminación de las aguas y otros. De ninguna manera se justifican estas enormes inversiones y utilidades sin la adecuada inversión en la eliminación de los impactos ambientales y sociales negativos

Los impactos negativos de todo tipo de las plantaciones y de las industrias en Maule, Concepción, Malleco y Arauco son ya antiguos y conocidos y sólo escasas medidas para evitarlas han sido tomadas, quedando en evidencia, como lo demuestran hoy día los casos de la paralización de la planta de Valdivia y de la construcción de la de Itata, que las grandes empresas todavía operan generando altos grados de contaminación del aire y del agua.

El “éxito” obtenido ha impulsado a estas macroempresas a plantear una posible expansión ilimitada de la industria de celulosa, lo que significa la expansión en varios millones de hectáreas de las plantaciones forestales, aún a costa del bosque nativo degradado para abastecer a las nuevas plantas. Ya sabemos por la experiencia de más de 30 años y está dicho, lo que significaría esta iniciativa llevada a la acción. Sabemos lo que pasa con la gente, con el agua, con la fauna y la biodiversidad y con la calidad de vida para la mayoría, en general. Ya el problema no es sólo el de una planta de celulosa contaminante y destructora de vida, sino que es el modelo llevado a toda la nación. Por lo que hemos experimentado es claro que es tan fuerte el impacto de una planta de celulosa en una localidad y en una provincia, que la ciudadanía debe tener participación en la decisión de una inversión, mucha más allá de los espacios que ha creado la Ley de Bases del Medioambiente. Si la inversión afecta a prácticamente todo el país al expandirse las plantaciones para la creación de plantas de celulosa y plantas madereras a todo el territorio con características forestales, sin duda que la decisión debe ser tomada por toda la ciudadanía, de la mano con el gobierno que les pertenece

INVERSIONES Y DECISIONES DE TAL MAGNITUD NO PUEDEN REALIZARSE EN FUNCION DE LOS PLANES Y UTILIDADES DE LOS GRUPOS ECONOMICOS QUE LAS PROMUEVEN, SINO QUE EN FUNCION DE LAS NECESIDADES DE DESARROLLO SUSTENTABLE DE LAS REGIONES Y DEL PAIS.

La AIFBN plantea la necesidad de iniciar a la brevedad una discusión nacional para analizar el futuro a la luz de los peligros que presenta un modelo de desarrollo como el planteado por los grandes empresarios de la celulosa, el papel y las plantaciones forestales. Proponemos que el Estado, a través de sus organismos competentes, inicie una amplia y participativa discusión sobre el desarrollo del sector forestal, como factor relevante de la economía, de la ecología, del paisaje y de la vida de los ciudadanos desde la VII hasta la XII regiones. Se propone que esta actividad se inicie con un trabajo previo de Ordenación Territorial que analice el uso actual y potencial de este territorio para planificar su uso futuro; y se sugiere que se solicite el apoyo de experiencias de otros países que ya han transitado el camino que Chile está recorriendo, como Finlandia y Suecia.



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