Revista nº 50
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Aprendizaje con especies nativas motivan cambios en comunidades rurales argentinas

Carolina Montiel¹

¹ Periodista
Iniciativa Binacional


La estrategia es acercase a la comunidad a través de la escuela. Los niños conocen las bondades de la goma de brea y aprenden a manejarla de forma sustentable en el monte.


Reforzar los vínculos de los niños con el monte es parte de una iniciativa que está siendo impulsada en tres escuelas rurales en la pedanía Chancaní, el Departamento Pocho y Córdoba. Se trata de la Escuela Domingo Faustino Sarmiento, la Escuela Perito Moreno y la Escuela Maestro Luis F. Peñeñory, insertas en las comunidades de El Quemado, El Bañado y La Patria, respectivamente.

Claudia Díaz, docente del colegio Domingo Faustino Sarmiento, explicó que la capacitación a pequeños productores comenzó a implementarse en junio de 2011. Los niños han participado en la propuesta de construcción de un vivero y la producción de plantines de brea.

“Les atrae comprender la naturaleza e interactuar con su entorno”, contó, asegurando que tales labores les ayudan a “conocer la flora, la fauna y los beneficios que éstas aportan al ser humano. Presentan –por tanto- una actitud de valoración frente a estos recursos”.

Y es que este proyecto busca fomentar la conciencia medioambiental, recuperando especies, e impulsar la adopción de nuevas conductas que formen y transformen a los habitantes de la zona.

“Participan todos los alumnos de la escuela, desde el jardín (5 años) hasta 6° grado (11 años)”. Todo un desafío si consideramos que se trata de una escuela rural, con una matrícula de 21 alumnos y sólo dos maestras que se adecuan a un estilo de plurigrado “sin perder la complejidad, según el año que cursan los chicos”. Es así como, por ejemplo, responden preguntas sobre lo visto en los talleres, toman notas, dibujan y realizan descripciones.

Claudia contó que los niños provienen de El Quemado y del paraje Santa Rosa, y que sus familias se dedican a la cría de ganado caprino y, en menor escala, vacuno. “Esta actividad está regida por fenómenos naturales que no pueden ser controlados como la falta de lluvias y la escasez de pasturas naturales, por lo que apenas produce excedentes. La mujer rural allí tiene un rol protagónico en la economía, ya que generalmente es la que hace el trabajo del corral junto a los hijos y comercializa los cabritos”. La agricultura no se practica, por el tipo de suelo y las condiciones climáticas.

Provocar cambios pro calidad de vida

La comunidad, en tanto, tiene un índice de desarrollo humano regular: “un 90% de la población está con sus necesidades básicas insatisfechas. Los servicios de infraestructura son básicos, mientras que el equipo social, sanitario y comercial son nulos. Las viviendas en su totalidad tienen techos de cañas con cobertura de tierra, sin baños, salvo algunas letrinas. El agua es almacenada en piletas o aljibes. La misma es suministrada desde Chancaní (7 km) en un camión cisterna”, detalló la profesora.

La escuela en este sentido es un centro en el que convergen experiencias de cambio. “Debe dar respuesta a las diferentes demandas sociales y culturales que atraviesan las familias. El trabajo docente consiste en crear vínculos, producir cambios, difundir mensajes… colaborar en escribir otra historia de la comunidad. Los niños y niñas que vivencian este proyecto, sin duda, serán los que con su aporte en favor del monte autóctono producirán cambios”, relevó.

Aprendizaje sustentable

Ana Marina Contreras, Bióloga de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba y responsable del sitio piloto Chancaní-Córdoba, Argentina, añadió que la actividad surgió “como una estrategia para acercase a la comunidad a través de la escuela. Se trabaja con los niños, ya que son ellos el futuro de la comunidad y los futuros productores de la zona”.

Es de esta forma que conocen todas las bondades que tiene la especie -goma de brea (Cercidium praecox)- y aprenden a manejarla de una forma sustentable, desde su reproducción hasta su cosecha. “A su vez, se trabaja sobre educación en recursos naturales y recursos forestales no maderables”, enfatizó.

Desde tal perspectiva dijo que lo más reconfortante está en ver no sólo el interés que muestran los niños en cada uno de los talleres que se desarrollan, sino en la posterior aplicación de lo aprendido y en la divulgación que hacen de la información en sus hogares: “Es bueno que muestren interés y aprendan cuál es la mejor forma de manejar sus recursos, ya que del tipo de producción que ellos decidan realizar, llegado el momento, depende el fututo del bosque”.

Los resultados esperados, a corto plazo, “son que los niños, por un lado, incorporen los conocimientos vertidos en los talleres y que se sientan parte del desarrollo del proyecto, despertando interés por la conservación de sus recursos, y por otro, convirtiéndose en los principales divulgadores de conocimientos. En un plazo más largo se espera que al plantearse que tipo de producción realizarán en su campo, elijan y defiendan un modelo sustentable”.

El monte

“Los niños –explicó la experta en Manejo de Agrosistemas Marginales- desde pequeños le dan un gran valor al monte, inculcado por sus mayores. Ellos ven en el monte su sustento diario, les brinda el alimento para sus animales, la leña para sus hornos, el material para construir sus corrales y alambrados, las flores para la apicultura, los frutos para consumo de la familia y del ganado, etc. Ven al monte como un conjunto en el cual existe una interrelación entre los árboles, los animales silvestres y los animales domésticos, aunque muchas veces ellos se colocan por fuera de conjunto, por ende en los talleres se busca también educar sobre el rol que cumple el hombre en su ambiente y aprender a visualizarnos dentro de nuestro entorno natural y no como un objeto ajeno a él”.

Por eso asegura que los bosques de lugares áridos pueden ser rentables siempre que se aprovechen en su conjunto, diversificando los productos obtenidos, pues de otra manera no es posible la subsistencia de las familias.

Usos de la goma de brea

Tiempo atrás, según nos cuentan los pobladores de mayor edad –en palabras de Ana Marina- la goma de brea se usaba en la escuela como pegamento, también se usaba como remedio para la tos en forma de infusión. En la actualidad los pobladores rurales prácticamente no utilizan la goma y consideran que el árbol de brea (Cercidium praecox) no tiene ninguna utilidad.

A nivel de industria en Argentina, la goma de brea sólo se usa en la fabricación de pinturas y barnices. Hace ya varios años, apróximadamente 20, se busca incluir a la goma de brea dentro del Código Alimentario Argentino (C.A.A.), ya que esta presenta propiedades similares a la goma arábiga, la cual se extrae de la Acacia de Senegal, que se importa en nuestro país.

Con la aceptación de la goma de brea dentro del C.A.A., ésta se podría utilizar como sustituta de la goma arábiga en la industria alimentaria. Los usos que tendría son: espesante en fideos que se comercializan secos en paquetes, galletitas, caramelos, fijador de burbujas en bebidas carbonatadas. También, se podría utilizar en la industria cosmetológica.

Por esta razón se decidió encarar como primera actividad del proyecto trabajar con esta especie, porque una vez que la goma sea aceptada en el C.A.A., se abrirán nuevos mercados y aumentará la demanda. “Si no se hace un uso racional de este recurso, podría llegar a ser terrible para nuestros bosques”, destacó.




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